Pesquisar este blog

terça-feira, 17 de outubro de 2023

Jennifer Zambra - por Alejandro Zambra

 


"Si hubiera nascido mujer, me habrian llamado Jennifer Zambra. Estaba decidido. Fue casi lo primero que le conté a tu madre, coqueteando en un diner de Prospect Heights. En realidad partimos hablando de árboles y migrañas. Y lamentamos la muerte de Oliver Saks como si tratara de un familiar o de un amigo en común.
Como capitanes en el centro de la cancha, o como embajadores tímidos de países exóticos, intercambiamos libros de Emmanuel Bove y de Tamara Kamenszain. Durnte los primeros minutos no era fácil combatir los nervios, asó que leímos apasionadamente los menús, parecí que buscábamos erratas. Y luego pelamos confusos amoríos ajenos que quizás eran propios.
Hasta que por fin nos iramos a los ojos sin demasiadas precauciones. Fue un ruidoso minuto entero e antiguo silencio heterosexual. Arreciaron las confesiones súbitas y la placentera enumeración de filias y fobias. Y esas frases ambiguas que suenan a promesas.
No sé cómo se me ocurrió preguntarle a tu madre su nombre masculino alternativo. Había algún contexto, pro no lo recuerdo. Fue una mala jugada, ahora que lo pienso, tal vez la peor. Por suerte a tu madre la pregunta no le pareció tan rara. Recuerdo que se arregló innecesariamente el pelo, como para dibujarse la sonrisa a la pasada.
- Tú primero - me dijo sabiamente.
Asi que me vi de pronto hablando de Jennifer Zambra. En algún omento de la infancia avivé el resentimiento pensando en ese nombre extranjero, inspirado por quién sabe cuál atriz. Mis padres lo eligieron para mí sin calcular que me habría condenado a toda clase de burlas.
Pero me fui encariñando con la escena de mis padres en un departamento de Villa Portales, de pronto seducidos por el soberbio tintineo de ese nombre fantástico. Acaso mi hermana, entonces de dos años, alcanzó a pronunciar el nombre de su posible sucesora.
Los apellidos son prosa, los nombres poesia. Hay quienes se pasan la vida leyendo la novela irremediable del apellido. Pero en el nombre laten caprichos, intenciones, prejuicios, contingencias, emociones. Y suele ser la única obra que la madre y el padre escriben juntos.
De manera que para un eventual hijo varón mis padres escribieron un poema convencional, que no brillaria ni desluciría en ninguna antología, y para su posible hija mujer otro más atrevido, rupturista y polémico. Un nombre que jugaba con los limítes.
Ya en la adolescencia solía pensar en la difícil o solitária o ecandalosa vida de Jennifer Zambra. Y hasta soñaba con ella. La veía jugando frontón en el patio de un liceo vacio. O aburrida como ostra en la Misa de Gallo. O trenando triunfalmente su espetacular cabellera zabache después de arrancar de todo el mundo.
Pasaba horas decidiendo con cuáles de mis amigos Jennifer Zambra se acostaría y a cuáles preferiría como amigos nomás. Y hasta traté de enamoraram doblemente - en la no y en la si ficción - de un compañero de curso. Y tal vez lo logré.
Pero también era habitual que me olvidara de ella. O que fingiera que la olvidaba. O que derechamente la negara. Y hasta hubo ocasiones en que me burlé d Jennifer Zambra. Delante de todos y de todas. Me reí e su nombre, de su manera de vestirse, de maquillarse. Recité a voz en cuello fragmentos vergonzosos de su diario de vida únicamente para ponerla en ridículo. Y eso que su diario de vida lo escribía yo.
Que tontería. Cuesta hacer conversar a las personas que llevamos dentro. Pero se puede. Castigamos la acción, castigamos los chistes, castigamos los sueños, castigamos la música, castigamos a los personajes con quienes hemos convivido desde siempre. Y al final comprendemos que no somos películas de misterio, somos misterio.
De todo esto conversé con tu madre esa tarde en el diner. Debería haber sentido antes el minucioso pánico de estar hablando demasiado. Por suerte el mesero nos interrumpió, aparentemente quería saber si estábamos bien. Luego tu madre fue al baño y miró su teléfono y nos interrumpió también el mundo con alguna noticia urgente que no recuerdo pero que alteró ligeramente el guión.
- Te toca - le dije pensando que había olvidado mi pregunta.
- Si sé - me respondió.
Fue entonces cuando tu madre pronunció tu nombre, el nombre que ahora es solo tuyo, pero que habría sido de ella si hubiera sido XY.
- Mis padres estaban tan convencidos de que saldria hombre que ni siquiera pensaro en una lista corta de nombres de mujer - dijo tu madre, como parodiando la pose de una heroína romántica -. Conmigo tuvieron que improvisar, tuvieron que inventarme un nombre a la rápida.
Mientras tu madre le entraba a sus tostadas con canela, yo me concentré en ese nombre que ahora es solo tuyo: en su resonancia, en su belleza. Me gusta tanto pensar que ya nos rondabas en esa cita casi a ciegas. Estoy seguro de que andabas por ahí, agazapado. Postulando a la vida desde el primerísimo flirteo. Dichoso de llenar el formulario.
- Asi podría llamarse un hijo tuyo - le dije a tu madre después de una pausa no sé si muy larga o brevísima -. Y asi podría llamarse un hijo mío.
Esa segunda frase estuvo e más, quizás también la primera. Porque hay códigos, pues. Tu madre me miró como rogándome que dejara de hablar. Y no fue fácil, dije alguna frases más, pro al final conseguí quedarme callado.
- Podemos caminar al metro - dijo ella enseguida.
No era una pregunta ni una invitación, sino un pensamiento en voz alta. Esperamos la cuenta, la pagamos, en in, todas esas acciones sucedieron, pero no recuerdo más que la sensación amarga de haber arruinado una tare espléndida.
- Eres bien intenso - me dijo ya casi al llegar al metro.
No parecía una buena evaluación: dos estrellas de cinco, a lo sumo tres. No supe qué responderle. Siempre tuve este problema crónico del entusiasmo. Eso debí responderle. Pero ella sonreía y me tomó del brazo unos segundos, como apoyandose en mí.
- Me gustaria ser amiga de Jennifer Zambra - me dijo antes de despedirse-. Me late que vamos a ser muy amigas. Más que amigas.
Nos abrazamos, ella bajó al metro muerta de la risa, yo me quedé un rato largo mirando a la multitud. Acababa de oscurecer, el calor amainaba, era una noche perfecta para caminar durante horas. La historia sigue, claro, y se pone cada vez mejor. Después te la cuento bien".


(In. Literatura infantil. Barcelona: Editorial Anagrama). 

terça-feira, 22 de agosto de 2023

Não é um rio - Selva Almada (trecho)

 


"Justo nessa hora um vento se mete pelas árvores, e tudo está tão calado, por conta da hora, que o rumor das folhas cresce como a respiração de um animal enorme. Escute só como respira. Um bufar. Os galhos se mexem como costelas, inflando-se como o ar que se mete pelas entranhas.

Não são apenas árvores. Nem arbustos.

Não são apenas pássaros. Nem insetos.

O jacurutu não é um gato-do-mato, se bem que às vezes, pareça.

Não são uns preás. É este preá.

Esta urutu.

Este caraguatá, único, com seu centro vermelho como o sangue de uma mulher.

Se espicha a vista, descendo a rua, chega a ver o rio. Um brilho que umedece os olhos. E de novo: não é um rio, é este rio. Aguirre passou mais tempo com ele que com qualquer pessoa.

Pois bem.

Quem lhes deu permissão?

Não era uma arraia. Era aquela arraia. Um bicho lindo, toda aberta no barro do fundo, devia estar brilhando branca feito uma noiva na profundidade sem luz. Rente ao limo ou planando com seus tules, magnólia das águas, procurando comida, perseguindo a transparência das lavas, as raízes esqueléticas. Os anzóis enganchados nas asas, os puxões ao longo da tarde inteira, até que se desse por vencida. Os tiros. Arrancada do rio só para ser devolvida depois.

Morta".



(Não é um rio. São Paulo: Todavia, 2021, p. 51-52).


Com Selva Almada, em SP - Agosto/2023.

terça-feira, 18 de abril de 2023

O tempo entretanto corria...... Dino Buzzati

 


"O tempo entretanto corria, cada vez mais precipitadamente a vida com sua batida silenciosa, não se pode parar um segundo sequer, nem mesmo para olhar para trás. "Pare, pare!", se desejaria gritar, mas vê-se que é inútil. Tudo se esvai, os homens, as estações, as nuvens; e não adianta agarrar-se às pedras, resistir no topo de algum escolho, os dedos cansados se abrem, os braços se afrouxam, inertes, acaba-se arrastado pelo rio, que parece lento, mas não para nunca.

Dia após dia Drogo sentia aumentar essa ruína, e em vão tentava estancá-la. Na vida uniforme do forte faltavam-lhe pontos de referência, e as horas lhe fugiam antes que eles conseguisse contá-las.

Havia também  a esperança secreta pela qual Drogo dissipara a melhor parte da vida. Para alimentá-la, sacrificava levianamente meses e meses, e nunca era suficiente. O inverno, o longuíssimo inverno do forte, não foi senão uma espécie de adiamento. Terminado o inverno, Drogo ainda esperava.

"Chegando a boa estação", pensava ele, "os estrangeiros retomarão os trabalhos da estrada". Mas não estava mais disponível a luneta de Simeoni, que permitia vê-los. Todavia, com a sequência dos trabalhos - sabe-se lá quanto ainda seria preciso-, os estrangeiros se aproximariam e um belo dia chegariam ao alcance das velhas lunetas consignadas a alguns corpos de guarda.

Por isso, Drogo deixara de estabelecer o prazo de sua espera na primavera, transferindo-o para alguns meses mais tarde, sempre na hipótese de que a estrada estivesse realmente sendo construída. E devia matutar todos esses pensamentos em segredo, porque Simeoni, com medo de aborrecimentos, não queria mais saber de nada disso, os demais companheiros fariam pouco dele, os superiores desaprovavam fantasias daquele tipo.

(...). Aos poucos a fé se enfraquecia. É difícil acreditar numa coisa quando se está sozinho e não se pode falar com ninguém. Justamente naquela época Drogo deu-se conta de que os homens, ainda que possam se querer bem, permanecem sempre distantes; que, se alguém sofre, a dor é totalmente sua, ninguém mais pode tomar para si uma mínima parte dela; que, se alguém sofre, os outros não vão sofrer por isso, ainda que o amor seja grande, e é isso o que causa a solidão da vida.

A fé começava a se cansar e a impaciência crescia, enquanto Drogo ouvia que as batidas do relógio se tornavam cada vez mais densas".


(In. O deserto dos tártaros. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 2018, p. 171-172).

sexta-feira, 7 de abril de 2023

O sexo como uma coisa natural e vital - D. H. Lawrence


"É a única coisa que não deixam ninguém ser: direto e honesto quanto ao seu sexo  Na verdade, quanto mais imundo, mais elas gostam. Mas, se acredita no seu sexo e o defende das acusações, elas vão derrubá-lo. É o único tabu insano que resta: o sexo como uma coisa natural e vital. Elas não aceitam isso e preferem matar a pessoa a deixá-la tê-lo. Veja bem, vão atormentar o homem. E o que ele fez, afinal das contas? Se fez amor com a esposa de todas as formas, não é direito seu? Ela devia se orgulhar disso (...). Você tem que se humilhar e se sentir um pecador sobre o sexo para que lhe permitam experimentá-lo. Ah, vão atormentar o pobre diabo".


(In. O amante de lady Chattterley. Rio de Janeiro: Antofágica, 2022, p. 402). 

Uma sensualidade absoluta e fervorosa - D. H. Lawrence


"Como os poetas e todos os outros eram mentirosos! Faziam as pessoas pensarem que queriam sentimentalismo quando na verdade o que se queria era uma sensualidade penetrante, arrebatadora e até um pouco intimidadora. Encontrar um homem que ousava tê-la, sem sentir vergonha ou sem pensar em pecados ou ter qualquer ressalva! Se ele tivesse sentido vergonha depois e a fizesse se sentir da mesma forma, como seria terrível! Que pena que a maioria dos homens são uns cães desprezíveis dominados pela vergonha, como Cliford! Até como Michaelis! Ambos eram sensualmente desprezíveis e vergonhosos, O prazer supremo da mente! E o que era isso, para a mulher? E o que era, na verdade, para o homem também? Ele se tornava simplesmente confuso e desprezível, até na própria mente. Era preciso uma sensualidade absoluta para purificar e acelerar a mente. Uma sensualidade absoluta e fervorosa, não uma confusão.

(In. O amante de lady Chatterley. Rio de Janeiro: Antofágica: 2022, p. 383).

quarta-feira, 1 de março de 2023

Talvez toda essa higiene de não ter esperança seja um pouco ridícula... - Adolfo Bioy Casares

 

No cemitério La Recoleta -  Buenos Aires - visitando o túmulo do Casares - com o meu exemplar de A invenção de Morel - em janeiro/2023

"Agora a mulher de lenço me é imprescindível. Talvez toda essa higiene de não ter esperança seja um pouco ridícula. Não esperar nada da vida, para não arriscá-la; dar-se por morto, para não morrer. Subitamente, tudo isso me pareceu uma letargia espantosa, inquietíssima; quero que termine. Depois da fuga, depois de ter vivido sem fazer caso de um cansaço que me destruía, alcancei a calma; minhas decisões talvez me devolvam àquele passado ou aos juízes; prefiro-os a este longo purgatório".
*
(In. A Invenção de Morel. Adolfo Bioy Casares. São Paulo: CosacNaify, 2006, p. 31).