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terça-feira, 17 de outubro de 2023

Jennifer Zambra - por Alejandro Zambra

 


"Si hubiera nascido mujer, me habrian llamado Jennifer Zambra. Estaba decidido. Fue casi lo primero que le conté a tu madre, coqueteando en un diner de Prospect Heights. En realidad partimos hablando de árboles y migrañas. Y lamentamos la muerte de Oliver Saks como si tratara de un familiar o de un amigo en común.
Como capitanes en el centro de la cancha, o como embajadores tímidos de países exóticos, intercambiamos libros de Emmanuel Bove y de Tamara Kamenszain. Durnte los primeros minutos no era fácil combatir los nervios, asó que leímos apasionadamente los menús, parecí que buscábamos erratas. Y luego pelamos confusos amoríos ajenos que quizás eran propios.
Hasta que por fin nos iramos a los ojos sin demasiadas precauciones. Fue un ruidoso minuto entero e antiguo silencio heterosexual. Arreciaron las confesiones súbitas y la placentera enumeración de filias y fobias. Y esas frases ambiguas que suenan a promesas.
No sé cómo se me ocurrió preguntarle a tu madre su nombre masculino alternativo. Había algún contexto, pro no lo recuerdo. Fue una mala jugada, ahora que lo pienso, tal vez la peor. Por suerte a tu madre la pregunta no le pareció tan rara. Recuerdo que se arregló innecesariamente el pelo, como para dibujarse la sonrisa a la pasada.
- Tú primero - me dijo sabiamente.
Asi que me vi de pronto hablando de Jennifer Zambra. En algún omento de la infancia avivé el resentimiento pensando en ese nombre extranjero, inspirado por quién sabe cuál atriz. Mis padres lo eligieron para mí sin calcular que me habría condenado a toda clase de burlas.
Pero me fui encariñando con la escena de mis padres en un departamento de Villa Portales, de pronto seducidos por el soberbio tintineo de ese nombre fantástico. Acaso mi hermana, entonces de dos años, alcanzó a pronunciar el nombre de su posible sucesora.
Los apellidos son prosa, los nombres poesia. Hay quienes se pasan la vida leyendo la novela irremediable del apellido. Pero en el nombre laten caprichos, intenciones, prejuicios, contingencias, emociones. Y suele ser la única obra que la madre y el padre escriben juntos.
De manera que para un eventual hijo varón mis padres escribieron un poema convencional, que no brillaria ni desluciría en ninguna antología, y para su posible hija mujer otro más atrevido, rupturista y polémico. Un nombre que jugaba con los limítes.
Ya en la adolescencia solía pensar en la difícil o solitária o ecandalosa vida de Jennifer Zambra. Y hasta soñaba con ella. La veía jugando frontón en el patio de un liceo vacio. O aburrida como ostra en la Misa de Gallo. O trenando triunfalmente su espetacular cabellera zabache después de arrancar de todo el mundo.
Pasaba horas decidiendo con cuáles de mis amigos Jennifer Zambra se acostaría y a cuáles preferiría como amigos nomás. Y hasta traté de enamoraram doblemente - en la no y en la si ficción - de un compañero de curso. Y tal vez lo logré.
Pero también era habitual que me olvidara de ella. O que fingiera que la olvidaba. O que derechamente la negara. Y hasta hubo ocasiones en que me burlé d Jennifer Zambra. Delante de todos y de todas. Me reí e su nombre, de su manera de vestirse, de maquillarse. Recité a voz en cuello fragmentos vergonzosos de su diario de vida únicamente para ponerla en ridículo. Y eso que su diario de vida lo escribía yo.
Que tontería. Cuesta hacer conversar a las personas que llevamos dentro. Pero se puede. Castigamos la acción, castigamos los chistes, castigamos los sueños, castigamos la música, castigamos a los personajes con quienes hemos convivido desde siempre. Y al final comprendemos que no somos películas de misterio, somos misterio.
De todo esto conversé con tu madre esa tarde en el diner. Debería haber sentido antes el minucioso pánico de estar hablando demasiado. Por suerte el mesero nos interrumpió, aparentemente quería saber si estábamos bien. Luego tu madre fue al baño y miró su teléfono y nos interrumpió también el mundo con alguna noticia urgente que no recuerdo pero que alteró ligeramente el guión.
- Te toca - le dije pensando que había olvidado mi pregunta.
- Si sé - me respondió.
Fue entonces cuando tu madre pronunció tu nombre, el nombre que ahora es solo tuyo, pero que habría sido de ella si hubiera sido XY.
- Mis padres estaban tan convencidos de que saldria hombre que ni siquiera pensaro en una lista corta de nombres de mujer - dijo tu madre, como parodiando la pose de una heroína romántica -. Conmigo tuvieron que improvisar, tuvieron que inventarme un nombre a la rápida.
Mientras tu madre le entraba a sus tostadas con canela, yo me concentré en ese nombre que ahora es solo tuyo: en su resonancia, en su belleza. Me gusta tanto pensar que ya nos rondabas en esa cita casi a ciegas. Estoy seguro de que andabas por ahí, agazapado. Postulando a la vida desde el primerísimo flirteo. Dichoso de llenar el formulario.
- Asi podría llamarse un hijo tuyo - le dije a tu madre después de una pausa no sé si muy larga o brevísima -. Y asi podría llamarse un hijo mío.
Esa segunda frase estuvo e más, quizás también la primera. Porque hay códigos, pues. Tu madre me miró como rogándome que dejara de hablar. Y no fue fácil, dije alguna frases más, pro al final conseguí quedarme callado.
- Podemos caminar al metro - dijo ella enseguida.
No era una pregunta ni una invitación, sino un pensamiento en voz alta. Esperamos la cuenta, la pagamos, en in, todas esas acciones sucedieron, pero no recuerdo más que la sensación amarga de haber arruinado una tare espléndida.
- Eres bien intenso - me dijo ya casi al llegar al metro.
No parecía una buena evaluación: dos estrellas de cinco, a lo sumo tres. No supe qué responderle. Siempre tuve este problema crónico del entusiasmo. Eso debí responderle. Pero ella sonreía y me tomó del brazo unos segundos, como apoyandose en mí.
- Me gustaria ser amiga de Jennifer Zambra - me dijo antes de despedirse-. Me late que vamos a ser muy amigas. Más que amigas.
Nos abrazamos, ella bajó al metro muerta de la risa, yo me quedé un rato largo mirando a la multitud. Acababa de oscurecer, el calor amainaba, era una noche perfecta para caminar durante horas. La historia sigue, claro, y se pone cada vez mejor. Después te la cuento bien".


(In. Literatura infantil. Barcelona: Editorial Anagrama). 

sexta-feira, 7 de abril de 2023

Uma sensualidade absoluta e fervorosa - D. H. Lawrence


"Como os poetas e todos os outros eram mentirosos! Faziam as pessoas pensarem que queriam sentimentalismo quando na verdade o que se queria era uma sensualidade penetrante, arrebatadora e até um pouco intimidadora. Encontrar um homem que ousava tê-la, sem sentir vergonha ou sem pensar em pecados ou ter qualquer ressalva! Se ele tivesse sentido vergonha depois e a fizesse se sentir da mesma forma, como seria terrível! Que pena que a maioria dos homens são uns cães desprezíveis dominados pela vergonha, como Cliford! Até como Michaelis! Ambos eram sensualmente desprezíveis e vergonhosos, O prazer supremo da mente! E o que era isso, para a mulher? E o que era, na verdade, para o homem também? Ele se tornava simplesmente confuso e desprezível, até na própria mente. Era preciso uma sensualidade absoluta para purificar e acelerar a mente. Uma sensualidade absoluta e fervorosa, não uma confusão.

(In. O amante de lady Chatterley. Rio de Janeiro: Antofágica: 2022, p. 383).

quinta-feira, 15 de julho de 2021

Zazie no metrô - Raymond Queneau

 


"- Então, por que é que você quer ser professora?

- Pra encher o saco das crianças - respondeu Zazie. - As crianças que tiverem a minha idade daqui a dez anos, vinte anos, cinquenta anos, cem anos, mil anos, sempre vai ter crianças para serem aporrinhadas.

(...)

 - Sabia - disse Gabriel, com calma -, segundo os jornais, não é de jeito nenhum nessa direção que caminha a educação moderna. É totalmente o contrário. Vamos na direção da suavidade, da compreensão, da gentileza. Não é isso, Marceline, o que dizem no jornal?

- É - respondeu Marceline, suavemente. - Mas violentaram você na escola, Zazie?

- Queria ver eles tentarem.

- Além disso - disse Gabriel -, daqui a vinte anos não vai mais ter professoras: vão ser trocadas pelo cinema, pela tevê, pelos eletrônicos, essas coisas. Também estava escrito no jornal, outro dia. Não é, Marceline?

- É - respondeu Marceline, suavemente.

Zazie vislumbrou aquele futuro por um instante.

- Então - declarou - vou ser astronauta.

- Isso aí - disse Gabriel, aprovando. - Isso aí, é preciso viver de acordo om os tempos.

- É - continuou Zazie -, vou ser astronauta para encher o saco dos marcianos".

(In. Zazie no metrô. Raymond Queneau. São Paulo: Cosacnaify, 2009, pp. 20-21).



terça-feira, 13 de julho de 2021

Who are you? - Lina Meruane

 


"Faz-se um silêncio seguido de um lento who are you, e eu tento explicar a ela quem acredito ser. Há então um momento de agitação na linha, a convulsão de uma língua que tenta traduzir o que lhe digo e que, pressionada a dizer algo, começa a gritar a única palavra que tem a mão. Aaaaa! Family!, diz, num grande alvoroço, family! family!, e eu, sem saber mais o que dizer, respondo yes, yes, e começo a rir porque há estardalhaço e há exagero e há confusão nessa palavra, e há também um enorme vazio de anos de mar e de possível pobreza, mas, a cada family que ela grita, mais eu rio, dizendo yes, family, yes, como se tivesse esquecido todas as outras palavras. E nesse tiroteio telefônico não sei se consigo lhe dizer ou se ela terá compreendido que estou prestes a viajar, ou retornar, e que meu desejo é ir vê-las" - (p. 51) 

(...)

"Enquanto lava os pratos e panelas e todos os copos sujos do dia, Zima diz ter compreendido com o tempo que sua família não havia traído: permanecer é continuar marcando a presença de uma cidadania palestina que os israelenses tentam negar (...). E que a condição de refugiados para os palestinos, e só para eles, para nós, é hereditária. É importante defender esta herança, não porque todos estejam sofrendo, mas porque foram deslocados por circunstâncias histórica. O que importa é não perder a possibilidade de retorno. Reivindicá-lo" - (pp. 86-87).

(In. Tornar-se Palestina. Lina Meruane. Minas Gerais: Relicário, 2019).

Mais sobre o livro:

https://www.quatrocincoum.com.br/br/resenhas/p/retornar-e-preciso

https://piaui.folha.uol.com.br/materia/tornar-se-palestina/

quarta-feira, 14 de abril de 2021

A lua e as fogueiras - Cesare Pavese

"Desta vez ficou quieto, esticando os lábios para a frente, e somente quando lhe contei aquela história das fogueiras nos restolhos levantou a cabeça. "Claro que fazem bem", disse. "Despertam a terra".
"Mas Nuto", eu disse, "nem Cinto acredita nisso!".
No entanto, disse ele, não sabia o que era, se o calor ou a chama ou que os humores despertavam, o fato era que todas as culturas em cuja orla se acendia a fogueira davam uma colheita mais suculenta, mais viva.
"Essa é nova", disse eu. "Então você também acredita na lua?"
"Na lua", disse Nuto, "não há como não acreditar. Experimente cortar um pinheiro na lua cheia, os vermes o comem inteiro. Um tonel você tem de lavar quando a lua é jovem. Até os enxertos, se não se fizerem nos primeiros dias da lua, não pegam".
Então eu lhe disse que no mundo ouvira muitas histórias, mas as mais bobas eram essas. Era inútil ele criticar tanto o governo e as conversas dos padres, se depois acreditava nessas superstições, como os velhos do tempo de sua avó. E foi então que Nuto calmamente me disse que superstição é somente aquilo que faz mal e se alguém utilizasse a lua e as fogueiras para roubar os camponeses e mantê-los na ignorância, então seria ele o ignorante e deveria ser fuzilado na praça. Mas antes de falar eu devia voltar a ser camponês. Um velho como Valino podia não saber mais nada, mas a terra ele conhecia bem.
(...)
Sou um bobo, eu dizia, faz vinte anos que estou longe e esses lugares esperam por mim. Lembrei que desilusão fora caminhar pela primeira vez pelas ruas de Gênova - eu caminhava no meio e procurava um pouco de capim. O porto, este sim, estava lá, e também os rostos das moças, as lojas e os bancos, mas as canas, o cheiro da lenha, um pedaço da vinha, onde estavam? Eu também conhecia a história da lua e das fogueiras. Só que, dera-me conta, eu não sabia mais que a sabia".
(In. A lua e as fogueiras. São Paulo: Berlendis & Vertecchia, 2002, pp.60-61).

Cesare Pavese em 1950
 

quinta-feira, 11 de março de 2021

A estrangeira - Claudia Durastanti

 

"A descoberta da burguesia teve um impacto elétrico, neurótico, em mim, e daquele momento em diante tudo me pareceu uma traição. Do meu corpo em primeiro lugar: eu tinha melhorado, me nutri bem, então por que meu chefe me disse que eu comia como uma pobre?
Num longo artigo publicado na revista Nautilus, intitulado "Why Poverty Is Like a Disease", Christian H. Cooper, um homem de alta finança que hoje ganha mais de setecentos mil dólares por ano, mas que nasceu numa família paupérrima em Rockwood, no Tennessee, diz que emancipou somente graças aos professores e às bolsas de estudo, e conta por que o mito da meritocracia americana é, na verdade, uma fraude, desmistificada pela ciência.
A pobreza não é só uma condição social, é uma doença que afeta o plano biológico. Transmite-se de uma geração a outra pelos genes e outras formas impensadas, e condiciona o corpo num modo que nenhuma futura riqueza pode remediar. Dar a todos as mesmas condições no ponto de partida não é sempre suficiente, porque há uma diferença, oculta dentro de quem participa da corrida, que muitas vezes é ignorada. Na verdade, é a metáfora da corrida que cria um problema, é um clichê difícil de abandonar: ter crescido na pobreza não significa necessariamente ter vontade de chegar a algum lugar, ou chegar aonde todos pensam que você queira ir. Pode significar ficar parada no mesmo lugar, se é um lugar acolhedor, desejado e que garante todos os recursos necessários. Pode significar ter fome, mas não fome de sucesso, no mundo em que isso é entendido dessa forma pela maior parte das pessoas.  A própria ideia de "fome" e "sucesso" na mesma frase tem algo de farsa, de século passado. Lá, à espera, perto da partida, uma garota pode decidir ir embora para os bosques. Sua vida pode até ser um lindo desperdício; igualdade significa colocá-la em condições para que se torne uma astronauta, se quiser, mas também dar-lhe a possibilidade de exercitar o ócio de quem ainda não sabe bem o que quer fazer, e escrever artigos enquanto isso, sem uma casa deixada em herança pelos avós. Igualdade significa que os filhos dos operários não se tornem apenas médicos e advogados, mas também escritores subempregados e pintores à espera de descobrir se têm talento.
Há com frequência, no pobre que se emancipa de sua condição social, uma mentalidade de autosabotagem que se manifesta em forma de saudade.
Minha mãe sente orgulho, mas também rancor pela melhoria da minha condição social: quando eu trabalhava num escritório, ela suspirava sempre: "Bendita você que pode", me deixando aflita com sua resignação e lembrando os belos tempos em que era funcionária da Agip Petróleo; quando pedi demissão, ignorou meu mal-estar para me dizer que eu era uma decepção e um insulto à emancipação da mulher: "E o que você vai ser, uma manteúda?"
Eu reagia começando a desenvolver uma relação catastrófica com o dinheiro: assim que chegava, eu fazia de tudo para não vê-lo, não gerenciá-lo ou acumulá-lo. Não queria ter saudade de não ser mais como ela, acabada e também lamentosa. Mas eu tinha.
A pobreza é uma mancha nas células, um borrão no DNA. Nada se realinha, após uma adolescência passada na necessidade. Não se aprende a comer de um jeito diferente, mas como morta de fome. Toda vez que preciso deixar algo em meu prato porque o fizeram também os outros ou porque não tenho fome, se instaura em mim um desgosto: provoco em mim mesma uma violência e preciso contar até dez, senão não consigo.
(...)
Mas o que é a pobreza senão a impossibilidade de cometer erros com o dinheiro e dar à própria desordem o nome de excentricidade?
(...) Isso porque do pobre se espera não só que faça a revolução, como se tivesse tempo livre, em vez de dedicar toda a sua energia nervosa para entender como obter algo a mais, com todos os meios possíveis, mas que tenha também uma boa educação e se comporte bem" - (pp.220-223).

(In. A estrangeira. Cláudia Durastanti. São Paulo: Todavia, 2021)

terça-feira, 13 de outubro de 2020

Morra, amor - Ariana Harwicz

 

"Quero ir ao banheiro desde que acabou o almoço, mas é impossível fazer qualquer coisa além de ser mãe. E dá-lhe choro, chora, chora, chora, vou ficar doida. Sou mãe, pronto. Eu me arrependo, mas nem posso dizer. Para quem. Para ele, sentado os meus joelhos, metendo a mão no meu prato com seus restos frios, brincando com o osso de galinha? Não. Deixa isso que você engasga. Jogo um biscoitinho para ele. Ele me devolve. Tenho a boca cheia da sua saliva, de migalhas. Tenho tomate grudado no braço. Não o deixo terminar e lhe meto outro biscoito, ele se entala. Não me preocupo com o que possa pensar de mim. Eu o trouxe ao mundo, já é o suficiente. Sou mãe em piloto automático. Choraminga e é pior do que o choro. Eu o levanto, lhe ofereço um sorriso falso, aperto os dentes. Mamãe era feliz antes do bebê. Mamãe se levanta todos os dias querendo fugir do bebê e ele chora mais. Quero ir ao banheiro, mas esse cacarejo interminável, essa queixa, faz com que seja impossível. Que quer de mim. O que você quer? Não me deixa deixá-lo. Arqueia-se. Ontem tive que ir fazer com ele, hoje prefiro fazer na roupa. Ligo para o meu marido. Preciso de reforços. Enquanto ligo eu o levo pendurado em um ombro, vai me destroncar, gruda algo viscoso no meu umbigo. Atende, por favor, atende. Oi, escuta, amor, você precisa vir não aguento mais. Não, não dá para demorar tanto, você tem que vir já, você não está entendendo, não está querendo entender, não aguento até de noite, e desligo na cara dele porque ele se faz de desentendido; que pelo menos se assuste e venha. E ficamos rodando enredados no cabo para o caso de ele ligar e o levo até a porta para ver se passa alguém a quem eu o possa dar. Mas não há vizinhos como os que preciso. Há bastardos. E se eu bater n porta da velha que vive com as janelas gradeadas e suas tartarugas agressivas? Certamente poderia distraí-la, seria como ter uma televisão, como ir ao cinema. Ninguém passa, ninguém o quer, nada se mexe, ar parado dos diabos. Eu o deixo largado aos meus pés. Ele se retorce, se estica, grita comigo, arranca a fralda e desabotoa meus sapatos, come a tira de couro. Eu o olho como um caranguejo olha para um menino. Um carro de corrida passa com uma família. Têm a cara para fora das janelinhas. É noite e continuo apoiada na porteira, me vejo grávida, quando achava que levava dentro de mim uma gárgula. Eu me vejo parindo, expulsando. Picam a gente, tenho que entrar e acender a lareira, tirar o almoço repleto de formigas vermelhas levando comida para o inverno que vem. O pai nem piscou. Eu o levo nas costas e entro com ele suado e faminto, as unhas afiadas. Tenho que fazer macarrão ou sopa para ele, ir pegar alguma verdura na horta do vizinho, mas me dá leseira. Ser mãe é tão pouco excitante. Morro de vontade. Uma bola se forma dentro de mim. Eu o deixo cair, cruzo as pernas. Corro e me fecho. Chora como os asiáticos nos enterros rasgando as vestimentas. Não aguento e abro a porta para ele, penso quão asqueroso é isso tudo" - (pp.89-90).
(In. Morra amor. Ariana Harwicz. São Paulo: Editora Instante, 2019).

Mais sobre o livro:

quarta-feira, 26 de agosto de 2020

O fascismo eterno - Umberto Eco

 

"1. A primeira característica de um Ur-Fascismo é o culto da tradição. O tradicionalismo é mais velho que o fascismo (...).

2. O tradicionalismo implica a recusa da modernidade (...)

3. O irracionalismo depende também do culto da ação pela ação. A ação é bela em si e, portanto, deve ser realizada antes de e sem nenhuma reflexão (...)

4. Nenhuma forma de sincretismo pode aceitar críticas. O espírito crítico opera distinções, e distinguir é um sinal de modernidade. Na cultura moderna, a comunidade científica percebe o desacordo como instrumento de avanço dos conhecimentos. Para o Ur-Fascismo, o desacordo é traição.

5. O desacordo é, além disso, um sinal de diversidade. O Ur-Fascismo cresce e busca o consenso utilizando e exacerbando o natural medo da diferença. O primeiro apelo de um movimento fascista ou que está se ornando fascista é contra os intrusos. O Ur-Fascismo é, portanto, racista por definição (...)

6. O Ur-Fascismo provém da frustração individual ou social. Isso explica por que uma das características típicas dos fascismos históricos tem sido o apelo às classes médias frustradas, desvalorizadas por alguma crise econômica ou humilhação política, assustadas pela pressão dos grupos sociais subalternos (...).

7. Para os que se veem privados de qualquer identidade social, o Ur-Fascismo diz que seu único privilégio é o mais comum de todos: ter nascido em um mesmo país. Esta é a origem do "nacionalismo". Além disso, os únicos que podem fornecer uma identidade às nações são os inimigos. Assim, na raiz da psicologia Ur-Fascista está a obsessão da conspiração, possivelmente internacional. Os seguidores têm que se sentir sitiados. O modo mais fácil fazer emergir uma conspiração é fazer apelo à xenofobia. Mas a conspiração tem que vir também do interior: os judeus são, em geral, o melhor objetivo porque oferecem a vantagem de estar, ao mesmo tempo, dentro e fora (...)

8. Os adeptos devem sentir-se humilhados pela riqueza ostensiva e pela força do inimigo (...)

9. Para o Ur-Fascismo, não há luta pela vida, mas antes "vida para a luta". Logo, o pacifismo é conluio com o inimigo; o pacifismo é mau porque a vida é uma guerra permanente (p.44-52).

(In. Umberto Eco. O Fascismo eterno. Rio de Janeiro: Record, 2020).

terça-feira, 25 de agosto de 2020

Seu paciente favorito - Violaine de Montclos

 

"Dois Homenzinhos de Papel Machê - Sylviane Giampino & Gretel".

"Gretel agendou uma consulta para uma menina de nove anos. Sylviane Giampino imaginou, portanto, ver chegar uma mãe com sua filha, mas é uma mulher de 63 anos que se apresenta, sozinha, à porta de seu consultório. O encontro delas começa com um mal-entendido.
Gretel explica com um forte sotaque que deseja falar de Violette, sua neta, que passa por um sofrimento incompreensível. Faz pouco tempo, a criança não consegue mais andar. Ela começou, há alguns meses, a sentir dores difusas, depois começou a mancar, a pular em uma perna só, e, desde então, Violette não consegue mais se manter de pé. É impossível, de tanta dor que sente, colocar um pé no chão. Evidentemente, foram feitos todos os exames de prache, pensou-se em uma doença degenerativa,  foi descartado o fantasma de uma questão neurológica. Violette, fisiologicamente, não tem nada. Acabou de dar entrada, para uma breve estadia, no serviço psiquiátrico de um grande hospital parisiense.
Gretel mantém uma relação difícil com a própria filha, mãe da criança. Sua filha e o esposo a mantêm violentamente afastada desse acontecimento. O casal insinua que ela é indesejável ao lado da neta, que, no fundo, sua presença é nociva, como se quisessem proteger a criança de algum misterioso perigo do qual ela seria a portadora. A velha senhora conseguiu, ainda assim, visitar Violette, e conversou com sua psiquiatra, que fala da situação da criança, que evoca os casos espetaculares de histeria outrora examinados por Charcot e que elucida que o caso, ao que tudo indica, é raríssimo. Gretel, muito angustiada, vem encontrar Sylviane Giampino na esperança de entender o que acontece com sua neta: ela é psicanalista, lida frequentemente com crianças, poderia ajudá-la a elucidar esta situação?
Eis a pergunta feita na ocasião desse encontro frente a frente, e que, portanto, não caracteriza uma demanda de análise. Sylviane Giampino tenta, no entanto, procurar saber mais sobre a tensão que existe com a mãe de Violette, e a velha senhora, então, descreve sua filha mais velha como uma mulher extremamente brilhante, uma quimica renomada, um pouco fria, muito organizada, a quem ama, mas ao mesmo tempo, teme. Ela usa, ao descrevê-la, esta expressão desconcertante: "Ela é de raça pura". Ela fala também, em um mesmo impulso, de sua mãe...Gretel nasceu durante a guerra, contaram-lhe que sua mãe havia fugido com ela, ainda bebê, e que ficaram escondidas, as duas, por alguns meses, no final do conflito. É isso. Desde o primeiro encontro, quatro gerações de mulheres são, então, convocadas para o consultório de Sylviane Giampino, entre as quais, a menina que não consegue mais andar. Diante de mim, muito tempo depois dessa visita inaugural, a psicanalista mergulha no pequeno dossiê que manteve durante o tratamento de Gretel e que contém nomes, datas, alguns detalhes significativos. Mas a consulta a esse dossiê é supérflua, já que Sylviane Giampino não esqueceu nada da surpreendente história que virá adiante.
(...) Gretel está frequentemente melancólica, oprimida pelo sofrimento de Violette e pela frieza demonstrada pela própria filha. Fala muito de seu pai, grande médico, figura muito admirada, que Gretel, assim como seus irmãos, amou muito. Prisioneiro em um campo russo, retornou ao lar apenas cinco anos após o fim da guerra; a velha senhora se recorda muito bem dos reencontros felizes. Ela fala de seu esposo, da maneira como educaram seus três filhos, uma menina e dois meninos, da profissão que exerceu, e, agora, de sua aposentadoria. Ela evoca também a mania que tem, desde sempre, de guardar papeis velhos. Todos os papéis. Calendários, boletins escolares, receitas médicas, faturas, desenhos, cartões-postais, cartas, documentos administrativos de todo tipo. Ela diz que faz camadas, pilhas que invadem o escritório, a sala, o sótão. Seu marido fica irritado com isso, não sabe mais onde colocá-los, seria necessário desfazer-se deles, que se pensava ser inútil, algum dia se revelasse indispensável? Ela se justifica, citando misteriosamente uma frase que atribui a Goethe: "O papel é paciente".
Semanas, meses, perto de dois anos se passaram e Gretel, desde então, adquiriu o hábito de ir falar com sua psicanalista toda semana. Ela se apresenta vestida de maneira muito simples, mas sua aparência e graça natural impressionam Sylviane Giampino (...). Gretel fala também de sua nova paixão. Desde que inicia as visitas a Sylviane Giampino, aprende a confeccionar, com um enorme prazer, esculturas em papel machê.
(...)
Então, uma cena surpreendente lhe retorna brutalmente. Teria sonhado, imaginado, assistido? Gretel vê seu pai vasculhar a casa da família, revirar cada um dos cômodos como um louco, esvaziar as gavetas, correr de um andar a outro; efetivamente, tinha perdido um papel de importância crucial...Ela quer saber mais sobre isso, vai e volta da Alemanha várias vezes, onde sua mãe muito idosa ainda reside, tenta entender de onde vem essa lembrança, mas não obtém resposta e mergulha então em profunda desolação. "Não tenho mais forças", ela diz à sua psicanalista. Apenas na quarta viagem é que a mãe reconhece, enfim, que houve, algum dia, um papel perdido.
Ao final dos anos 1940, em plena desnazificação, o documento atestava que o pai de Gretel não era um nazista, e ele o perdeu. Ele nunca mais achou esse papel de tão extrema importância? Não. E ela, sua mãe, nunca pôde ver o papel com os próprios olhos? Também não.
A partir de então, contra a opinião de sua mãe e de seus irmãos e irmãs, mas encorajada por seu esposo, Gretel dá início a pesquisas, percorre associações e as bibliotecas, consulta documentos históricos. E descobre, enfim, o verdadeiro objeto de sua vergonha. Seu pai, o homem que ela tanto amou, o médico tão admirado, essa figura tão importante de sua existência, era um nazista. Teria até mesmo participado de experimentos médicos, trabalhando como ginecologista, para a ascensão de uma suposta "raça pura". Nem a mãe de Gretel, nem seus primos, nem nenhum de seus irmãos, com exceção de um, querem saber disso. Eles a ridicularizam, a criticam por vasculhar inutilmente o passado, e Sylviane Giampino fala hoje da imensa admiração que tem pela tenacidade de sua paciente. Descobrir-se, em tal idade, herdeira de história tão vergonhosa e manter-se firme, apesar de tudo. Gretel lhe dirá um dia, em sessão: "Se é necessário que eu derrube a estátua de meu pai para que Violette ande, então como poderia desistir?".
Pois é exatamente disso que se trata. Violette, que, no entanto, nada sabe do trabalho que sua avó realizou sobre ela mesma e sobre seu passado, Violette, a quem Gretel evita revelar seu segredo, Violette iniciará o sétimo ano em pé, logo após essa terrível descoberta...E é isso que Gretel, feliz, anuncia, enfim, à sua psicanalista, certa de ter libertado sua neta. 
(...)
E Sylviane Giampino jamais se esquecerá o sorriso de Gretel em sua última sessão. No cafarnaum de objetos alegres que enfeitam sua sala de espera, existe, em cima de uma prateleira, o presente que sua paciente lhe ofereceu, ao dizer adeus: dois homenzinhos em papel machê" - (pp. 85-90).

(In. Seu paciente favorito - 17 histórias extraordinárias de psicanalistas. São Paulo: Perspectiva, 2020).

Mais sobre o livro:
 

O que ela sussurra - Noemi Jaffe (trecho)

"O passado é um cobertor rosa que não serve para cobrir nossos corpos. Sempre falta ou sobra uma parte e as memórias se contorcem, são como galhos semimortos presos a raízes parasitas, você e eu. O tempo ultrapassa nossos corpos, mas precisa se agarrar a eles, tomar seu tamanho e hoje meu tempo cabe exatamente em mim, o passado fui eu que inventei. Por que, na alvorada da nova era, no começo mesmo do século XX, eu recebi o nome de Nadejda? Foi esperança que eles quiseram me nomear, para que eu ficasse condenada ao futuro, projetando-me para a frente, quando meu corpo só me puxava para trás. Sou o passado lançado para um futuro, cujo único conteúdo conhecido é continuar a sussurrar teus poemas" - (p.16).
*
"É preciso manter alguma irracionalidade, alguma infantilidade quando você está sendo perseguido sem explicação. Não é possível ficar pensando estrategicamente ou manter a seriedade ou o desespero o tempo todo. Tínhamos formas de acreditar que a normalidade era possível e, entre eles dois, espirituosos e sardônicos, o humor fazia o papel de sanidade e até de sobrevivência. Se não mantivessem o riso diante do absurdo, cederiam a ele e perderiam a pouca força que tinham. Óssip cardíaco e Anna viúva com o filho preso" - (p.42).




"Já compreendi que a realidade das coisas é que se molda conforme o desejo, o gosto e a conveniência do intérprete e não o inverso e, nesse caso, tudo é possível, até acreditar na poesia de Óssip, de Pasternak, de Akhmátova e no partido ao mesmo tempo" - (p. 51).

*

"Não esperar nada é o que de melhor alguém pode fazer contra qualquer tipo de opressão e só assim fui capaz de sobreviver a tudo" - (p.57).

"Passei mais de vinte anos sussurrando; uma dedicação comparável à de quando ele ainda era vivo, talvez maior, e comparável à de quando ele ainda era vivo, talvez maior, e agora eu entendo que não foi só para proteger os poemas do esquecimento. Foi também para continuar perto dele e ele perto de mim, para que um amor que sempre foi físico e erótico - a noite todas as nossas discordâncias se dissolviam - tivesse uma continuidade também concreta, pela voz e pelo som. Todo poema que falo me faz sentir mais redonda, as sílabas se reunindo na boca, passando pela língua me fazem subitamente bonita, as palavras sendo sopradas pelos círculos de fumaça, que assopro a cada tragada, me transformam rápido numa coquete. É patético, mas ainda tenho uma intimidade, eu que me dediquei a apagá-la" - (p.80).

(In. O que ela sussurra. São Paulo: Companhia das Letras, 2020).

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Para saber mais sobre o livro:



quinta-feira, 30 de julho de 2020

Caderno de memórias coloniais - Isabela Figueiredo (trechos)

"As incursões sexuais pelo caniço não assombravam o seu futuro, porque uma negra não reclamava paternidade. Ninguém lhe daria crédito.
Mas um branco podia, se quisesse, casar com uma negra. Esta ascenderia socialmente, e passar a a ser aceite, com reservas, mas aceite, porque era mulher do Simões, e por respeito ao Simões... Era frequente no caso dos cantineiros e machambeiros afastados da cidade, homens relativamente à parte na sociedade colonial decente, que mais cedo ou mais tarde se cafrealizavam.
Para uma branca, assumir união com um negro, implicava proscrição social. Um homem negro, por muito civilizado que fosse, nunca seria suficientemente civilizado" - (p. 35).
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"Uma branca não admitia que gostasse de foder, mesmo que gostasse. E não admitir era uma garantia de seriedade para o marido, para a imaculada sociedade toda. As negras fodiam, essas sim, com todos e mais alguns, com os negros e os maridos das brancas, por gorjeta, certamente, por comida ou por medo. E algumas talvez gostassem, e guinchassem, porque as negras eram animais e podiam guinchar. Mas, sobretudo, porque as negras autorizavam-se a si próprias a guinchar, e abrir as pernas, a ser largas. Uma branca cumpria a obrigação" - (p. 40).
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"O negro estava abaixo de tudo. Não tinha direitos. Teria os da caridade, e se a merecesse. Se fosse humilde. Se sorrisse, falasse baixo, com a coluna vertebral ligeiramente inclinada para a frente e as mãos fechadas uma na outra, como se rezasse.
Esta era a ordem natural e inquestionável das relações: preto servia o branco, e branco mandava no preto. Para mandar, já lá estava o meu pai; chegava de brancos!" - (p.43).
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"O prazer de ler um livro amortecia humilhações, e era muito maior do que o de brincar sozinha com os bichos ou imaginando guerras com as roseiras do jardim. Um livro trazia um mundo diferente dentro do qual eu podia entrar. Um livro era uma terra justa. Entre o mundo dos livros e a realidade ia uma colossal distância. Os livros podiam conter sordidez, malevolência, miséria extrema, mas, a um certo ponto, havia neles uma redenção qualquer. Alguém se revoltava, lutava e morria, ou salvava-se. Os livros mostravam-me que na terra onde vivia não existia redenção nenhuma. Que aquele paraíso de interminável pôr-do-sol salmão e odor a caril e terra vermelha era um enorme campo de concentração de negros sem identidade, sem a prosperidade do seu corpo, logo, sem existência. Nada nos meus livros, que recorde, estava escrito desta exata forma, mas foi o que li" - (p. 46).
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" A partir de certa idade, muito cedo na infância, já somos nós, o que há de perseguir-nos sempre" - (p. 127).
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"Todos os lados possuem uma verdade indesmentível. Nada a fazer. Presos na sua certeza absoluta, nenhum admitirá a mentira que edificou para caminhar sem culpa, para conseguir dormir, acordar, comer, trabalhar. Para continuar. Há inocentes-inocentes e inocentes-culpados. Há tantas vítimas entre os inocentes-inocentes como entre os inocentes-culpados.  Há vítimas-vítimas e vítimas culpadas. Entre as vítimas há carrascos.
Passa muito tempo até termos a voz, até termos saldado, a bem ou a mal, a dívida que pensávamos dever; até cuspirmos no dever e na honra e na fidelidade, essas cordas tão sujas, tão forçadas. Até não nos importarmos de ser apenas umas cabras, párias de sangue e de raça. Até perder a fé e a cortesia. Tudo." - (p. 136).
(In. Caderno de memórias coloniais. São Paulo: Todavia, 2018).
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Mais sobre o livro:
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Sobre Isabela Figueiredo:

quinta-feira, 23 de julho de 2020

Primavera num espelho partido - Mario Benedetti (trechos)

"É curioso, mas o bom companheirismo não consiste sempre em falar ou ouvir, em contar vidas e mortes, amores e desamores, em narrar romances que lemos há muito tempo e que agora já não temos à mão, em discutir filosofia e seus meandros, em tirar conclusões de experiências passadas, em analisar e nos analisar ideologicamente, em intercambiar as respectivas infâncias ou, quando se pode, em jogar xadrez. O bom companheirismo consiste muitas vezes em calar, em respeitar o mutismo do outro, em compreender que é disso que o outro necessita naquela precisa e obscura jornada, e então envolvê-lo com nosso silêncio ou deixar que ele nos envolva com o seu, porém, e esse porém é fundamental, sem que nenhum dos dois o peça ou exija, mas que o outro compreenda por si mesmo, numa espontânea solidariedade" - (p. 163).
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"Não há (e talvez não haja) casamento, mas o que não posso negar é que, embora Lydia não seja de minha aldeia, ela é, em compensação, de minha casta, de minha tribo. E isso de ter me vinculado ao país Lydia não é simplesmente linguagem figurada, pois foi ela quem me introduziu nas coisas, nas comidas, nas gentes daqui" - (p.186).
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"Você se dá conta Rolando, de tudo que essa carta diz? Pode ler, como eu, todas as entrelinhas? Por isso eu disse há pouco que talvez esteja feliz e é isso que me deixa um pouco estranho. Estar feliz e, no entanto, não ser feliz. Ah, nunca imaginei que estar feliz pudesse incluir tanta tristeza, sabe?" - (p.198).
 (In. Primavera num espelho partido. Mario Benedetti . São Paulo: Alfaguara, 2018).

Sobre o livro:

quarta-feira, 22 de julho de 2020

Querida Kombini - fragmento


"Não me lembro com clareza de como era minha vida antes de eu renascer como funcionária da loja de conveniência.
Nasci em uma família comum, numa área residencial dos subúrbios, e cresci cercada de amor como qualquer criança. Porém, as pessoas costumavam me achar estranha.
Certa vez, por exemplo, quando estava no jardim de infância, encontramos um passarinho morto no parque. Era um lindo pássaro azul, provavelmente fugido de alguma gaiola, e estava caído no chão com o pescoço retorcido. As outras crianças choravam ao seu redor. Enquanto uma menina murmurava "Oh, e agora, o que vamos fazer?", eu rapidamente peguei o passarinho do chão e o levei até minha mãe, que estava de conversa, sentada em um banco.
- O que foi, Keiko? Puxa, um passarinho! De onde será que ele veio? Coitadinho... Vamos fazer uma sepultura para o senhor passarinho, Keiko? - disse ela com voz gentil, afagando minha cabeça.
- Vamos comer isto aqui! - eu disse.
-Quê?
´- Vamos levar para casa e comer hoje à noite. Podemos fazer espetinho, como o papai gosta - achei que ela não tinha me ouvido direito, então expliquei pronunciando claramente as palavras.
Minha mãe se encolheu assustada. A mãe de outra criança, sentada ao seu lado, também deve ter ficado em choque, pois seus olhos, narinas e boca se escancaravam todos de uma vez. Era uma expressão muito engraçada e eu quase ri. Mas ao notar que ela também olhava para o passarinho na palma da minha mão, pensei que talvez um só não fosse suficiente.
- É melhor a gente pegar mais alguns? - perguntei, lançando um olhar para dois ou três pardais que ciscavam ali por perto.
- Keiko! - minha mãe voltou a si e me censurou com um grito nervoso.. - Temos que fazer uma sepultura para o pobrezinho. Olha só, todo mundo está chorando, estão todos tristes porque o amiguinho morreu. Que  peninha dele, não é?
- Mas por quê? Ele já morreu, mesmo! É melhor aproveitarmos.
Minha mãe ficou sem palavras.
Na minha mente eu via meu pai, minha mãe e minha irmã, que ainda era pequena, comendo alegremente o passarinho. Meu pai gostava de espetinho, eu e minha mãe gostávamos de frango frito... Havia tantos passarinhos naquele parque, a gente podia levar um monte! Eu não entendia o propósito de enterrar o bicho em vez de o comermos.
- Olha só Keiko, ele é tão pequeno e bonitinho! Vamos fazer uma sepultura para ele e enfeitar com flores, tá? - insistiu minha mãe.
No fim das contas, foi isso o que aconteceu, mas para mim não fazia sentido algum.
- Coitado do passarinho, que judiação! - repetiam todos, aos prantos, enquanto matavam flores partindo seus caules.
- Que flores lindas, o passarinho vai ficar muito contente!
Para mim pareciam loucos" - (p. 13-15).
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"Não era minha intenção deixar meu pai e minha mãe confusos ou aflitos, nem obrigá-los a se desculpar para várias pessoas, então decidi que, fora de casa, falaria o mínimo possível. Resolvi deixar de fazer qualquer coisa por iniciativa própria e apenas imitar o que todo mundo fazia, ou obedecer as ordens de alguém.
Quando parei de falar o que quer que fosse além do estritamente necessário e de agir de forma espontânea, os adultos pareceram aliviados.
(...)
Continuei assim mesmo depois de me formar no ensino médio e entrar na faculdade. Passava praticamente todo meu tempo livre sozinha e quase não tinha conversas particulares. Meus pais se preocupavam comigo, pois ainda que eu não causasse mais tumultos como os do começo do primário, decerto acreditavam que eu não conseguia me inserir na sociedade daquele jeito. Assim, sempre pensando que eu precisava me curar, fui me tornando adulta - (p.18-19).
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(In. Querida Kombini. Sayaka Murata. São Paulo: Estação Liberdade, 2019).

Mais sobre o livro:

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Resenha do livro:

domingo, 13 de janeiro de 2019

salazar em minúscula - Valter Hugo Mãe

"Éramos todos livres de pensar as coisas mais atrozes. isso não nos impedia de sermos vistos pela sociedade como bons homens e de sairmos à rua dignos como os melhores pais de família. um homem havia de ser medido pelos seus actos, pouco importando se dentro de casa era feito daquela mariquice de acreditar em deus ou da macheza cretina de se ligar aos malfeitores, estejam eles escudados numa igreja ou num governo. éramos por igual todos cidadãos da mesma coisa. a andar para a frente com os instintos de sobrevivência a postos como antenas. eis a emissão certa, a propaganda que não podíamos dispensar, sobreviver, segurarmo-nos, e aos nossos, e abrir caminho até morte adentro. essa é que era a essência possível da felicidade, aguentar enquanto desse" - (p. 131).
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"que melhor discurso pode haver para os padres do que a promoção da beleza de ser pobrezinho. a promoção da beleza de ser pobrezinho. é um casamento perfeito. o político que gosta dos pobrezinhos e os mantém pobrezinhos. mas, quer o político, quer a igreja, dominam ou podem dominar o fausto. não é brilhante. isto inventado seria mentira. ninguém teria cabeça para inventar tal porcaria, só sendo verdade mesmo" - (p.150).
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"sabe o que é que afinal foi mesmo uma máquina para roubar a metafísica aos homens. perguntou aquilo e suspendeu-se no nosso ar, expectante, à espera de esclarecimento. a ditadura é que nos quis pôr a todos rasos como as tábuas, sem nada lá dentro, apenas o andamento quase mecânico de cumprir uma função e bico calado. a ditadura, colega silva, a ditadura é que foi uma terrível máquina de roubar a metafísica aos homens" - (p.161).
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"hoje é possível reviver o fascismo, quer saber. é possível na perfeição. basta ser-se trabalhador dependente. é o suficiente para perceber o que é comer e calar, e por vezes nem comer, só calar" - (p.167).
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"O salazar foi como uma visita que recebemos em casa de bom grado, que começou por nos ajudar, mas que depois não quis mais ir-se embora e que nos fez sentir visita sua, até que os tirou das mãos tudo quanto pôde e nos apreciou amaciados pela exaustão. a maioria silenciosa terá de emergir um dia, dissera-me por outras palavras o estudante comunista. tudo era para que não praticássemos cidadania nenhuma e nos portássemos apenas como engrenagem de uma máquina a passar por cima de nossos ombros, complexa e grande de mais para lhe percebermos o início, o fim e o fito de cultivar a soberba de um só homem. tudo contribuía para que essa cidadania de abstenção, para que apenas a recebêssemos por título honorífico enquanto prosseguíssemos sem manifestação. como se humilham as mulheres enquanto homens honorários, nós éramos gente exclusivamente por generosidade do ditador. portei-me como tal. um mendigo de reconhecimento e paz. fui, como tantos, um porco" - (p.188). 
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(In. A máquina de fazer espanhóis. São Paulo: Biblioteca Azul, 2016).

quarta-feira, 21 de novembro de 2018

A máquina de fazer espanhóis - Valter Hugo Mãe

"Na entrega daquele homem, logo ali, havia uma sublimação evidente que partiria de uma dor estrutural"- (p. 45).
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"Um problema com o ser-se velho é o de julgarem que ainda devemos aprender coisas quando, na verdade, estamos a desaprende-las, e faz todo o sentido que assim seja para que nos afundemos inconscientemente na iminência do desaparecimento. a inconsciência apaga as dores, claro, e apaga as alegrias, mas já não são muitas as alegrias e no resultado da conta é bem visto que a cabeça dos velhos se destitua da razão que para que, tão à frente à morte, não entremos em pânico. a repreensão contínua passa por essa esperança imbecil de amanhã estejamos mais espertos quando pelas leis mais definidoras da vida, devemos só perder capacidades. a esperança que  se deposita na criança tem de ser inversa à que se nos dirige. e quando eu fico bloqueado, tão irritado com isso sem dúvida, não é por estar imaturo e esperar vir a ser melhor, é por estar maduro de mais e ir como que apodrecendo, igual aos frutos. nós sabemos que erramos e sabemos que, na distração cada vez maior, na perda de reflexos e de agilidade mental, fazemos coisas sem saber e não as fazemos por estupidez. fazemos por descoordenação entre o que há certo e o que nos parece certo e até sabemos que isso de certo ou errado é muito relativo. é tudo mais forte do que nós"- (p.47).
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"Não podemos ficar velhos e miseráveis a todas as coisas, temos de nos rebelar aqui e acolá, temos de estar a postos para alguma retaliação, algum combate, não vá o mundo pensar que não precisa tomar cuidado com as nossas dores" - (p. 87).
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"Íamos todos progredir. que merda de palavra, o progresso. e o sucesso e tudo quanto o capitalismo usa para nos pôr a competir uns com os outros" - (p. 106).
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"achava que sentir que deus existe é como sentirmos que gostamos de alguém e passamos a vida inteira a creditar na correspondência desse amor para descobrirmos, mais tarde, que a pessoa esteve conosco por inércia, por comodidade. sentir o que não existe é uma qualquer saudade de nós próprios. muita coisa é apenas uma saudade. muitos dos sentimentos. é como lhe digo. sabe, até o suspirarmos por alguma coisa antes da revolução. ó senhor Cristiano, não vai falar outra vez do regime. não é isso, éque é importante pensar nestas coisas, respondia ele, estamos aqui todos fascistas, com pensamentos de um fascismo indelével a achar que antigamente é que era bom. este é o fascismo remanescente que vem das saudades. sabe, achamos que Salazar é que arranjaria isto, que ele é que punha esta juventude toda na ordem, é natural, porque temos medo destes novos tempos, não são os nossos tempos, e precisamos de nos defendermos. quando dizemos que antigamente era bom é que estamos só a ter saudades, queremos na verdade dizer que antigamente éramos novos, reconhecíamos o mundo como nosso e não tínhamos dores de costas nem reumatismo. é uma saudade de nós próprios, e não exactamente do regime e menos ainda de Salazar" - (p.129).
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"Quem fomos há de sempre estar contido em quem somos, por mais que mudemos ou aprendamos coisas novas" - (p. 130).

(In. A máquina de fazer espanhóis. São Paulo: Biblioteca azul: 2016).


sexta-feira, 24 de agosto de 2018

Mamãe & eu & Mamãe - Maya Angelou (trechos)

"Com frequência me perguntam como consegui vir a ser o que sou. Como eu, nascida negra num país branco, pobre numa sociedade em que a riqueza é adorada e buscada a todo custo, mulher em um ambiente que apenas grandes embarcações e algumas locomotivas são favoravelmente descritas com o pronome feminino - como consegui tornar-me Maya Angelou?
Muitas vezes senti vontade de citar Topsy, a menina negra de A cabana do Pai Tomás. Eu me senti tentada a dizer: "Num sei. Eu cresci, só isso". Mas nunca usei essa resposta, por diversos motivos. Primeiro, porque li esse livro no início da minha adolescência e fiquei constrangida coma garota negra ignorante. Segundo, eu sabia a mulher que me tornei por causa da avó que eu amava e da mãe que vim a adorar.
O amor das duas me instruiu, educou e libertou. Morei com a minha avó paterna dos três aos treze anos de idade. Minha avó nunca me deu um beijo durante todos esses anos. Porém, sempre que havia visitas, ela me intimava a ficar na frente delas (...). "Certo, irmã, põe aí 242, depois 380, depois 174, depois 419; agora some tudo". Falava para as visitas: "Agora prestem atenção. Seu tio Willie já cronometrou o tempo dela. Ela consegue terminar em dois minutos. Esperem só".
Quando eu respondia, ela sorria, toda orgulhosa. "Viram? Minha professorinha".
O amor cura. Cura e liberta. Eu uso apalavra amor não como sentimentalismo, mas como uma condição tão forte que pode muito bem ser o que mantém as estrelas em seus lugares no firmamento e faz o sangue fluir disciplinadamente por nossas veias" - pp.7-8.
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"Senti saudades, mas saia que estavam no melhor lugar para vocês. Eu teria sido uma péssima mãe. Não tinha a menor paciência. Maya, quando você tinha mais ou menos dois anos, você me pediu alguma coisa. Eu estava ocupada conversando, daí você bateu na minha mão, e, sem pensar duas vezes, te dei um tapa tão forte que você caiu da varanda. Isso não significa que eu não te amava; só significa que eu não estava preparada para ser mãe. Estou te explicando isso, não pedindo desculpas. Todos nós estaríamos arrependidos se eu tivesse ficado com vocês" pp.29-30 [Vivian Baxter explicando para a filha Maya o porquê de ter deixado ela e o irmão na casa da avó para que esta os criasse].
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"A única maneira de alguém tirar vantagem e vocês é se vocês acharem que podem conseguir alguma coisa de graça" -p.32
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"Pensei em minha mãe e percebi que ela era impressionante. Ela nunca me fez sentir como se tivesse envergonhado nossa família. O bebê não fora planejado e eutéria que repensar meus planos de estudos, mas, para Vivian Baxter, isso era simplesmente a vida sendo o que é. Ter um filho sem se casar não tinha sido errado. Era apenas algo ligeiramente inconveniente" - p.71
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"Vivian me deu tudo o que podia dar (...). Não refletiu que, sendo ela uma mulher, não poderia ser um homem, que como mãe, era incapaz de ser pai" - p.164

(In. Mamãe & eu & Mamãe. Rio de Janeiro: Rosa dos Tempos, 2018).

quarta-feira, 15 de agosto de 2018

A formatura - Maya Angelou (trecho)

"E era mesmo importante, oh se era! Haveria brancos a assistir, e dois ou três falariam sobre Deus e o lar, o estilo de vida sulista, e Mrs. Parsons, a mulher do director, tocaria a marcha da cerimónia, enquanto os finalistas da primária desfilariam pelas coxias e se sentariam abaixo do estrado. Os finalistas do liceu esperariam nas salas de aulas vazias para depois fazerem a sua entrada triunfal.
(...)
O meu trabalho, por si só, granjeara-me um lugar cimeiro e eu seria uma das primeiras a subir ao estrado da cerimónia de final de ano (...). Nem faltas, nem atrasos, e o meu trabalho curricular estava entre os melhores do ano. Conseguia recitar a Constituição mais depressa do que o Bailey. 
(...)
A banda da escola começou a tocar uma marcha e todas as turmas desfilaram como tinham ensaiado. (...)
Donleavy olhou para o público uma vez (...), ajustou os óculos e começou a ler um molho de papéis.
Alegrava-se por estar ali e ver o trabalho realizado, exactamente como nas outras escolas.
(...)
Contou-nos as maravilhosas mudanças que nos esperavam, a nós, crianças de Stamps. Já tinham sido aprovados melhoramentos para a Escola Central (como é óbvio, a escola de brancos era a Central), que entrariam em vigor no início do ano seguinte. Um artista muito conhecido viria de Little Rock dar aulas de educação visual. O laboratório ia receber novíssimos microscópios e equipamento de química. Mr. Donleavy não nos deixou muito tempo sem saber quem é que tornara possíveis esses melhoramentos na Escola Central. E que nós não seríamos ignorados no esquema geral de melhoria que ele tinha em mente.
Disse que tinha referido a pessoas das altas esferas que um dos melhores jogadores da equipa de futebol da Escola Agrária e Técnica de Arkansas tinha estudado na óptima Escola Profissional do Condado de Lafayette. Aqui, ouviram-se menos ámens. Os que interromperam ficaram a pairar com o peso e a insipidez do hábito.
Em seguida pôs-se a elogiar-nos. Contou o quanto enaltecera o facto dos melhores jogadores de basquetebol da Universidade de Fisk ter encestado a sua primeira bola aqui mesmo, na Escola Profissional do Condado de Lafayette.
Os miúdos brancos iam poder tornar-se Galileus e Madames Curies e Edisons e Gauguins, e os nossos rapazes (as raparigas nem sequer eram incluídas nos planos) tentariam ser Jesse Owenses e Joe Louises.
Owens e o Bombardeio Negro eram grandes heróis do nosso mundo, masque direito tinha um funcionário do ensino do reino branco  de Little Rock de decidir que esses dois homens seriam os nossos únicos heróis? Quem é que resolveu que para Henry Read poder comprar um mísero microscópio e se tornar cientista teria de trabalhar como George Washington Carver, a engraxar sapatos? 
(...)
As palavras mortas do fulano caíram como tijolos no auditório e muitas delas - demasiadas - aterraram-me na barriga. Constrangida pelas boas maneiras que tinha aprendido à força, eu não podia olhar para trás, mas à minha direita e à minha esquerda, a orgulhosa turma que terminava ocurso em 1940 tinha deixado cair a cabeça. Todas as meninas da minha fila tinham arranjado uma coisa nova para fazer com os seus lencinhos. Umas dobravam os quadradinhos minúsculos em laços românticos, outras em triângulos, mas a maior parte amassava-os e depois alisava-os no colo amarelo.
(...)
A cerimônia de fim de curso, esse momento mágico de sussurros, folhos, prendas, felicitações e diplomas, acabou para mim antes mesmo de proferirem o meu nome. O que eu conquistara não era nada. Os mapas meticulosos, desenhados a tinta de três cores diferentes, aprender a soletrar palavras decassilábicas, decorar todo O Rapto de Lucrécia... não servira para nada. Donleavy desmascarara-os.
Éramos criadas e lavradores, biscateiros e lavadeiras, e qualquer aspiração a algo mais do que isso não passava de uma farsa e uma presunção.
(...)
Era horrível ser negra e não ter controlo nenhum sobre a minha vida. Era brutal ser jovem e já me terem domado para ficar sossegadinha a ouvir acusações feitas contra a minha cor, sem hipótese de me defender. Devíamos estar mortos, todos nós (...). Enquanto espécie, éramos uma abominação. Todos nós".
(In. Maya Angelou. Sei porque canta o pássaro na gaiola. Lisboa: Antígona: 2017, pp.173-183).

segunda-feira, 13 de agosto de 2018

Sei porque canta o pássaro na gaiola - Maya Angelou (trecho)

"Esse incidente tornou-se uma das pequenas lendas de Stamps. Uns anos antes de o Bailey e eu chegarmos à povoação, um homem foi perseguido por ter agredido sexualmente uma mulher branca. Quando tentava fugir, correu para dentro da Loja. A Mãezinha e o Tio Willie esconderam-no atrás do guarda-fatos até ser noite, deram-lhe mantimentos para uma viagem e mandaram-no ir à sua vida. Foi, no entanto, detido, e no tribunal, quando foi interrogado acerca dos seus movimentos no dia do crime, respondeu que, quando soube que andavam à sua procura, se refugiou na Loja de Mrs. Henderson.
O juiz pediu para convocarem Mrs. Henderson para ser ouvida e, quando a Mãezinha chegou e disse que era Mrs. Henderson, o juiz, o meirinho e outros brancos presentes na sala riram-se. O juiz tinha cometido uma gafe ao chamar "senhora" a uma mulher negra, mas ele era de Pine Bluff e nem lhe passou pela cabeça que a proprietária de uma loja na tal vila pudesse ser negra. Os brancos divertiram-se durante muito tempo à custa desse incidente, e os negros acharam que o corrido era prova do valor e excelência da minha avó" - (p.52).
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   "As pessoas de Stamps costumavam dizer que os brancos da nossa terra eram tão preconceituosos, que um negro nem sequer podia comprar gelado de baunilha. A não ser em 4 de Julho. Nos outros dias, tinha que se contentar com chocolate" - (p.53).
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"Mas, acima de tudo, o que suscitava mais inveja era a riqueza que lhes consentia o desperdício. Tinham tanta roupa que até davam vestidos em perfeito estado, só ligeiramente puídos debaixo dos braços, à turma de costura da nossa escola, para que as meninas mais velhas pudessem treinar.
Embora houvesse sempre generosidade no bairro negro, ela assentava na dor do sacrifício. O que quer que os negros dessem a outros negros provavelmente era tão desesperadamente necessário para quem dava como para quem recebia. Isto levava a que o dar e o receber fossem um intercâmbio precioso.
Eu não compreendia os brancos, nem porque tinham eles o direito de esbanjar dinheiro daquela maneira. Claro está que sabia que Deus também era branco, mas ninguém me convenceria nunca de que era preconceituoso" - (p.53).
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"Mas que mãe e filha se compreendem mutuamente ou sequer se compadecem da sua falta de compreensão recíproca?" -(p.72).


(In. Sei porque canta o pássaro na gaiola. Lisboa: Antígona, 2017).